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domingo, 24 de enero de 2010

148.- NOTA DE PRENSA: SE REEDITA "EL JARDÍN DE LOS SUPLICIOS", DE OCTAVE MIRBEAU

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SE REEDITA, DESPUÉS DE TREINTA AÑOS DE SILENCIO, UNA DE LAS NOVELAS CLAVES DEL DECADENTISMO FRANCÉS,

«EL JARDÍN DE LOS SUPLICIOS», DE OCTAVE MIRBEAU


Ambientada en la célebre época del caso Dreyfus, y considerada una de las mejores novelas del decadentismo francés, «El Jardín de los Suplicios» causó un tremendo escándalo tras su publicación por lo gráfico de sus alusiones y lo depravado de su argumento. Impedimenta la recupera ahora en una nueva traducción a cargo de Lluís Maria Todó, sin que haya perdido un ápice de su espíritu provocador.


Corría el año 1899. Francia vivía una conmoción sin precedentes. El país temblaba por el desenlace del célebre caso Dreyfus, que conmocionó al país por una trama de espionaje y antisemitismo que dejó al descubierto la profunda hipocresía en que se basaba el aparato institucional de la Tercera República francesa, en cuyo seno reinaban posiciones de nacionalismo intolerante que amenazaban con fracturar la sociedad civil. En el centro de la polémica estaba la figura del capitán Alfred Dreyfus (1859-1935), un ingeniero politécnico de origen judío-alsaciano, acusado en 1894 de espiar para los alemanes. Juzgado por un tribunal militar, Dreyfus fue condenado a cadena perpetua por alta traición, y enviado a la Isla del Diablo, una de las más espeluznantes prisiones coloniales francesas. Poco después se comprobó que en realidad el verdadero espía era Ferdinand Esterhazy, comandante del ejército francés, pero, a pesar del escándalo que ocasionó este descubrimiento, el Estado Mayor no tomó medidas contra él y se limitó a cambiarlo de destino y enviarlo al Norte de África. La población civil, fuertemente influida por la prensa, se dividió en bandos opuestos, y eran tan numerosos los detractores de Dreyfus como sus partidarios, entre los cuales se contaba el escritor naturalista Émile Zola, que publicó al hilo de este caso el famoso panfleto J’Accuse, un virulento alegato en favor de Dreyfus que desató una enorme polémica, y que decantó la opinión de numerosos intelectuales a favor del reo injustamente condenado. En 1898 el Tribunal Supremo francés, obligado por las circunstancias, aceptó revisar la sentencia pero, a pesar de las evidencias, solamente la conmutó por diez años de trabajos forzados. No sería hasta 1906 cuando la inocencia de Dreyfus fue reconocida por la Corte de Casación, y Dreyfus rehabilitado.

Es en este contexto de profunda zozobra social en el que Octave Mirbeau, «proletario literario», autor incómodo, apasionado por la literatura de Dostoievski y Tolstói, quien le considera el mejor novelista de Francia, escribe «El Jardín de los Suplicios». Tras su publicación por la editorial Charpentier-Fasquelle, en junio de 1899, la novela se convertirá en un succès de scandale, tanto por el retrato que en sus páginas se hace de los círculos de poder franceses, en los que la corrupción, el latrocinio, los arreglos secretos y los manejos turbios eran moneda de cambio, como por lo subido del tono de algunos de sus pasajes.

La novela tiene como protagonistas a un narrador anónimo, un canalla de la peor especie, y a la bella y cruel Miss Clara, una inglesa depravada y aficionada a los placeres sádicos, medio niña, medio prostituta, libérrima en sus apetitos y contrapunto caricaturesco de la bienpensante e hipócrita sociedad europea, que en su seno, en realidad, cometía crímenes más horrendos que los descritos por Mirbeau en las prisiones chinas. Valga apuntar aquí, por cierto, que Mirbeau hablaba de oídas en todo momento, puesto que no pisó China en su vida, aunque su intención fue pintar ese país como un Edén (a partes iguales paradisíaco e infernal) liberado de toda opresión y de las mentiras propias de las sociedades occidentales; un lugar, en suma, donde el individuo puede desarrollarse sin cortapisas.

Se trata, por tanto, de una novela de iniciación (un descenso a los infiernos de los misterios del inconsciente) cuyo valor reside en su capacidad para convertirse en una vívida metáfora de la terrible condición humana sujeta a las leyes, al arbitrio de las empresas y a los delirios de los políticos corruptos. «El Jardín de los Suplicios» es, asimismo, una alegoría —trufada de humor negro— del establishment europeo de principios del xx, que explora tabúes como el asesinato ritual y el nulo precio de la vida en el marco de una sociedad, la occidental, en que ésta depende de «valores superiores» intangibles, prefigurando la convulsa ruptura que experimentaría esa sociedad en las décadas siguientes.

La novela, que cosechó un inmediato éxito en Francia tras su publicación, tuvo una traducción pronta al castellano. La última edición publicada en España data nada menos que de 1977, por la madrileña editorial Cupsa, con prólogo de un por entonces jovencísimo Luis Antonio de Villena.

Octave Mirbeau nació en Trévières, pequeña ciudad de Normandía, en 1848. Comenzó su vida creativa ejerciendo de periodista para los bonapartistas y como negro literario. Su primera novela «propia» es Le calvaire (1886), que narra de modo explícito la pasión desatada del narrador por una mujer llamada Juliette, trasunto de un amor real del autor. En 1888 publica L’Abbé Jules, que es, de hecho, la primera novela dostoievskiana y prefreudiana de la literatura francesa. En Sébastien Roch (1890), Mirbeau narró sus traumáticas experiencias como estudiante en un internado jesuita en Vannes. La novela removió las conciencias de los franceses de la época, pues describía escenas de violaciones de adolescentes por parte de los sacerdotes. Poco después de que se desencadenara el caso Dreyfus, Mirbeau acentuó su pesimismo y publicó varias novelas juzgadas «escandalosas» por los Tartufos y los franceses bienpensantes, pero que tuvieron gran éxito de ventas en todo el mundo: Memoria de Georges el amargado (1899, Impedimenta, 2009), El Jardín de los Suplicios (1899), Diario de una camarera (1900), que Buñuel llevaría al cine en 1964, con Jeanne Moreau, y Las veintiuna jornadas de un neurasténico (1901). En sus dos últimas novelas —La 628-E8 (1907) y Dingo (1913)— se apartó si cabe de un modo más claro de la narración de tipo realista, haciendo protagonistas de las mismas, respectivamente, a su coche y a su perro. Anticlericalista radical, pacifista y antimilitarista, su obra ha sido traducida a más de treinta idiomas. Muere en París en 1917, y sus restos se conservan en el Cementerio de Passy.

Para más información sobre el título
http://www.impedimenta.es/ficha.php?id=47
Contacto para prensa y envío de ejemplares: Enrique Redel y Pilar Adón
prensa@impedimenta.es

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Jim & jhon