HABLANDO
SOLO POR LA CALLE
(Entrevista + Reseña)
Autor: Javier Salvago
Editorial: La Isla de Síltolá
Nº de páginas: 74
Por
Eduardo Cruz Acillona
Tras haber transitado con reconocido
éxito por el guión, el relato y la autobiografía; y, sobre todo, tras haber
alcanzado las más altas cotas dentro de la poesía contemporánea, se presenta
ahora Javier Salvago con una tan jugosa como original colección de aforismos
que no defraudará a sus cada vez más numerosos seguidores y que sorprenderá a
quien, si existe alguien así, aún no le conozca.
Salvago no sólo habla consigo mismo
por la calle. También observa. Y lo que ve no le gusta. Si la poesía es un arma
cargada de futuro, en su caso el aforismo es un arma cargada de rabia que usa
en defensa propia. Se convierte así el aforismo en un escudo protector frente a
la miseria del poder, la ceguera voluntaria del poderoso, la alegre
inconsciencia del gurú de pacotilla y las verdades categóricas escritas con el
humo de la ignorancia.
Los aforismos de Salvago nacen como
reacciones urgentes a los insultos a la inteligencia que destilan las redes
sociales con su inmediatez y su peligrosa y falsa trascendencia. Los aforismos
de Salvago huyen de la ortodoxia y entre ellos se cuelan el haiku, el verso
suelto, la chanza, el juego de palabras y la bofetada en toda regla sin
excepción. En ellos conviven el ciudadano concienciado y el poeta abierto 24
horas, el escéptico y el comprometido, la lluvia (siempre la lluvia) y el dolor
de cabeza, el pasado sin maquillar y el futuro desvelado, la botella medio vacía
y la botella a medio llenar…
Cuando alguien va hablando solo por la
calle, algo barrunta…
PREGUNTA:
Quien habla solo por la calle ¿sus males espanta o simplemente es que va
conectado a un smartphone?
JAVIER SALVAGO: La mayoría de los
locos ensimismados que van aparentemente hablando solos por la calle parece que
sí van conectados a un smarphone. Pero yo no sé lo que es un smartphone, no
tengo móvil. “Quien habla solo espera hablar a Dios un día”, dijo Antonio
Machado, pero no sé si es mi caso. Tampoco diría, como Antonio Gala, que hablar
solo es la única manera de mantener una conversación inteligente. Yo hablo solo
porque me dejo hablar, porque me escucho, porque es conmigo con quien mejor me
entiendo y porque, a qué engañarnos, soy un solitario; un solitario que vive
con una mujer y un gato.
¿Lo
bueno, si breve, aforismo?
“Hay mucha literatura en la
literatura”, dice uno de mis últimos aforismos. Sí a lo breve, si no es por
limitación, por impotencia, porque no se da más de sí, sino porque se ha llegado
al meollo. Todo lo que no añade, sobra.
¿El
aforismo es el espejo del alma?
Todo lo que uno escribe, si es con
honestidad, es espejo del alma. Pero el aforismo, además de espejo, debe aspirar también a ser
disparo al alma. Un buen aforismo sería como una carga de profundidad que
estalla en el fondo del alma del individuo, de la sociedad o del sistema
(suponiendo que la sociedad y el sistema tengan alma). Pero no me hagas mucho
caso. Yo no soy aforista, aunque escriba aforismos. He llegado al aforismo por
hartazgo no diré de aforismos, pero sí de esas frases tipo Coelho que infestan
las redes sociales.
Hay
quien tilda a este libro de pesimista. Yo sin embargo lo veo, como decía el
chiste, optimista pero bien informado. Lo veo rebelde, contestatario, guerrero
y, en ocasiones, hasta quinceeme…
Totalmente de acuerdo. Es, o quiere
ser, todo eso porque, de algún modo, yo sigo siendo todo eso. Y de pesimista,
nada. Ver la realidad y llamarle a las cosas por su nombre no es pesimismo. A
mí no me asusta reconocer que todo está mal cuando todo está mal. Lo que me
asusta es el optimismo ciego de los que van por la vida saltando
bobaliconamente, como en un spot de televisión, como si todo estuviera bien,
cuando todo está mal. Los años, si no eres tonto de remate, te dan una claridad
para descubrir el truco, la trampa y el cartón que asusta.
Además
de mirar la realidad que le rodea, también en esta ocasión mira mucho hacia adentro.
¿Qué ha encontrado a estas alturas de la película?
Pues he encontrado todo lo malo que se
puede encontrar dentro de un ser humano y también todo lo bueno. Hace tiempo
que aprendí, como dice uno de los aforismos del libro, que “todo el que dice yo
no soy esto o yo no soy lo otro, miente o se engaña. Todos somos todo, y además
todos somos capaces de todo, llegado el caso”. Cualquiera puede ser un héroe,
un villano, un asesino o un santo, si se dan las circunstancias.
En
un libro de aforismos, ¿también se puede leer entre líneas?
Mucho más que en cualquier otro libro.
Lo mejor del aforismo siempre está entre líneas.
Cuando
el aforismo se formula en forma de pregunta, ¿dónde se esconde la respuesta?
La respuesta siempre está en el
viento.
Cada
cierto tiempo, como en primavera, la lluvia aparece en este libro de manera
recurrente. ¿Por qué la lluvia?
Porque “la lluvia nos recuerda que
venimos del agua y somos agua”.
Cierra
el libro afirmando: “Lo más inteligente que se puede hacer en esta vida es
marcharse a tiempo”. ¿Nos falla la valentía?
Yo creo que lo complicado es decidir
cuándo es “a tiempo”. Porque la esperanza, que nunca se pierde, siempre está
ahí para decirte: “resiste un día más, a lo mejor mañana todo es diferente,
quién sabe si mañana aparece el tesoro, el remedio, la cura…” Lo que nos
retiene es “el por si acaso”. Aquí sigo aguantando…, por si acaso.
Para
leer su libro he utilizado como marcapáginas una tirita. ¿Es grave, doctor?
Lo grave es que casi todo podría tener
cura y no se le pone.
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